Presentación de la rectora
Consejero, presidenta de la Permanente del Patronato, diputados y diputadas, presidenta del Institut d'Estudis Catalans y patrona, Consejo de Estudiantes, Consejo Asesor, rector Planell, comunidad universitaria que estáis en el campus y los que nos estáis siguiendo por las redes.
Si hacemos caso de la lección que nos ha dado la lección inaugural de hoy y, además, pudiésemos abstraernos de ciertas noticias y del comportamiento de ciertos congéneres, podríamos llegar a consensuar que nuestra definición como especie fue acertada: Homo sapiens, es decir, el homínido que piensa. La lección inaugural de hoy —desde el título, todas las intervenciones, la fantástica moderación y hasta la última palabra— lo ejemplifica de manera brillante. Hemos podido disfrutar de un diálogo en el que se ha pensado y se ha repensado, y creo que todos los que estábamos aquí hemos podido, también, pensar y repensar. Si el conocimiento avanza, es precisamente por esta capacidad que tiene de reevaluar, recapacitar, reconsiderar y replantear.
¿Qué hacemos en la academia, sino avanzar a partir de reexaminar viejas certezas a la luz de nuevos acontecimientos, nuevos contextos, nuevos horizontes y nuevas variables?
En el caso de la UOC, ya incluyó de serie la reflexión sobre el impacto de las nuevas tecnologías tanto desde el punto de vista docente —con este modelo educativo que permite estudiar sin fronteras de manera asíncrona y en el que se pretende que nos adaptemos a las necesidades del estudiantado— como también desde la propia investigación, con focos tan potentes como el e-learning, la ciencia de datos, la e-health, la propiedad intelectual, las ciencias sociales, las humanidades o la interacción de la tecnología con todos estos ámbitos.
La irrupción de la inteligencia artificial nos obliga a repensar qué hacemos y cómo lo hacemos, no en el sentido de rendirnos, abdicar o simplemente ignorarlo, sino de pensarlo mejor.
Cometeríamos un error enorme si atribuimos a un instrumento —por potente que sea, y la inteligencia artificial lo es— el carácter de finalidad.
Precisamente, hace pocas semanas tuve la ocasión de participar en las IX Jornadas Catalunya Futura en Poblet. Allí, el filósofo y humanista gerundense Joan Manuel del Pozo subrayó también la importancia de utilizar bien la inteligencia artificial. Y hablaba de usarla bien en dos sentidos. El primero conjuga este pragmatismo: explotar la potencialidad de la tecnología para lograr efectos de interés, para simplificar lo complejo, para llegar donde antes no era posible. El segundo nos hablaba de ética, de principios y de valores, de aquello que podríamos decir que es humanamente irrenunciable. Y, en sus propias palabras, decía: "Preocuparse de este uso ético no es jugar contra la investigación y el progreso de la inteligencia artificial, sino únicamente velar por otro principio de interés general, que es la preservación de la dignidad humana y de los valores, derechos y libertades que se derivan de ella". Y en este doble reto, la universidad tiene mucho que decir. Como leí una vez, "el futuro del mundo está hoy en nuestras aulas". De aquí la importancia de disponer de estrategias que nos permitan y nos garanticen este futuro, el de nuestros estudiantes, pero también el de nuestro profesorado, el de nuestros investigadores e investigadoras, el de nuestros equipos de gestión, y que todos ellos puedan desarrollar su potencial, cumplir sus ilusiones o satisfacer sus expectativas.
Justo ahora hace diez días compartía, ante todo el equipo, las líneas estratégicas de este nuevo mandato. Una estrategia de futuro que, en cuanto a mi responsabilidad directa como rectora, pasa por tres factores decisivos que hay que desencallar. En primer lugar, hay una necesidad compartida, y creo que la compartimos el conjunto del sistema universitario, que pasa por sincronizar cómo evolucionamos como instituciones en nuestra función social. ¿Cómo lo hacemos? Pues con una combinación de esfuerzos que sepa alinear los diferentes colectivos universitarios hacia un horizonte común, que tiene que ser de contribución, que participe activamente en los espacios nacionales e internacionales de debate, y que se imponga esta idea de auscultar y de escuchar periódicamente a nuestro entorno inmediato para estar seguros de que este horizonte común es un horizonte de equidad y diversidad. En este sentido, también en la misma jornada de Poblet, expuse como, desde la UOC, aspiramos a liderar esta integración de la inteligencia artificial al servicio de la formación a lo largo de la vida, que debe permitirnos un mejor acompañamiento a un estudiantado que cada vez es más diverso en perfil y en expectativas. Por lo tanto, debemos prestar una atención que necesariamente tiene que pasar por flexibilizar nuestra oferta formativa, por entender cómo y por qué quiere aprender el estudiante y para acercarlo al mercado laboral.
Esta voluntad de transformación la resumió la filósofa Eulàlia Bosch con una metáfora brillante e inspiradora: "Vosotros queréis ofrecer las letras del abecedario para que cada uno se construya su palabra".
El segundo gran reto implica directamente a la UOC y se resume en garantizar la viabilidad resolviendo nuestra naturaleza jurídica y nuestro modelo de financiación, que tiene que ser viable, justo y proporcional a la misión que asumimos. Y aquí me gustaría darle las gracias públicamente al consejero Nadal, con quien hemos encontrado la complicidad necesaria para avanzar en estas dos cuestiones clave y hacer posible mantener esta obstinada apuesta que tenemos por nuestro mandato público y esta voluntad firme de hacerlo con la máxima eficiencia posible.
Y el tercer desafío ya mira mucho UOC adentro. Porque esta universidad que imaginamos y que proyectamos solo será factible si somos capaces de desarrollar un modelo de gobernanza que sea claro, funcional y actualizado; si apostamos por la participación real de todas las voces, sensibilidades y experiencias, y si perfeccionamos lo que existe actualmente a partir del diálogo, del ensayo y error y de la voluntad de mejora continua para ser agentes activos del conocimiento.
Nos lo recordaba hace pocos días la nueva premio Nobel de Economía, Claudia Goldin, cuando declaraba que, por encima de todo, ella era profesora. Y añadía: "Nunca habría podido hacer investigación sin hacer docencia. Cuando enseño, me fuerzo a confrontar que aquello que pienso es verdad, explicándoselo a mis estudiantes. Y, como son muy inteligentes, si no supiera de qué estoy hablando, seguro que se darían cuenta". En otras palabras, si la universidad debe tener impacto social, este tiene que venir necesariamente del trasvase honesto y fértil de conocimiento.
Decía hace un rato que el futuro del mundo está hoy en nuestras aulas. Parafraseándolo un poco, estoy convencida de que el futuro de la UOC está también aquí dentro, en esta sala y en las de los que nos siguen a través del streaming.
Hoy hemos tenido una muestra fantástica en este diálogo entre Marina Garcés y Andreas Kaltenbrunner, deliciosamente moderado por Sílvia Sivera, que es la directora de nuestro centro de innovación en e-learning. Talento interno que, como universidad, tenemos la responsabilidad de promocionar, cultivar y desarrollar. Porque, si no, sería imposible hacer factible nuestro mandato.
Todo ello, al servicio de un nuevo marco, un nuevo comienzo, una UOC sólida, competitiva, orientada e informada. Y no digo comprometida porque este camino ya hace tiempo que lo hicimos.
Muchas gracias y muy buen inicio de curso.
Àngels Fitó
Rectora de la UOC